Cuando uno va de visita al sitio arqueológico de Tiwanaku (La Paz), no puede dejar de impresionarse por la antigüedad del lugar (400 años después de Cristo), su pirámide escondida bajo tierra y esas enormes rocas que conforman templos y recintos, con sus escalinatas talladas y sus portales gruesos y pesados. Ni que decir de los hermosos monolitos realizados en una sola pieza, donde los diseños geométricos, de pumas y cóndores se mezclan, o la cantidad de rocas hábilmente talladas en una serie inacabable de cruces cuadradas, seres alados y figuras escalonadas.
Templete Semisubterráneo (detalle de cabezas clava) |
¿Pero sabías que lo que vemos es sólo una pequeña fracción de lo que realmente fue el sitio de Tiwanaku?. Durante mucho tiempo se pensó que el sitio estaba sólo conformado por esas estupendas estructuras de piedra, que eran designadas por los arqueólogos como un centro ceremonial; sin embargo a finales de 1960 el investigador Carlos Ponce Sangines descubriría que Tiwanaku era mucho más que eso ¡era una ciudad! cuyas viviendas estarían elaboradas en adobe, abarcando en conjunto casi 9 kilómetros cuadrados de extensión.
Monolito Bennett |
Los habitantes de este lugar se habrían dedicado a la agricultura (practicada en campos elevados o sukakollos en las pampas y en terrazas agrícolas en las serranías), el comercio, la domesticación y crianza de camélidos (llamas) y la producción cerámica.
Al mismo tiempo, los rituales y ceremonias formarían parte importante de la vida y organización social de estas personas, llegando por culto a aglutinar a diferentes grupos locales de los alrededores.
Gracias a las investigaciones arqueológicas se sabe que realizaban diversas ofrendas y sacrificios animales y humanos a sus divinidades, como parte de celebraciones agrícolas dedicadas a la lluvia y a la fertilidad del suelo.
Sin embargo, la gran incógnita que se mantiene sobre Tiwanaku es ¿por qué una sociedad tan organizada que logra extender su influencia por muchos años a todo el altiplano, los valles y la costa, desaparece de improviso?, las respuestas son muchas y van desde una sequía que los habría dejado en la hambruna, hasta un desgaste del culto que los unificaba, pasando por una invasión llegada del sur, sin embargo ninguna explicación posee aún la evidencia suficiente para ser verdadera. Sólo más investigaciones nos darán la respuesta acertada…y quien sabe, tal vez tú en un futuro te animes a estudiar arqueología y descubras el misterio.
Si quieres saber más sobre Tiwanaku puedes consultar los trabajos de Juan Albarracín-Jordan, Carlos Ponce Sangines o Sonia Alconini…los puedes encontrar en las bibliotecas.